jueves, 17 de marzo de 2011

ANALISIS DE LECTURA 10°





LOGRO: Argumenta y debate sobre dilemas de la vida cotidiana en los que distintos derechos o distintos valores entran en conflicto; reconoce los mejores argumentos así no coincidan con los suyos.
ACTIVIDAD: Leer y analizar el texto y con base en este resolver el cuestionario que aparece al final.
LA URBANIDAD EN LA EDAD MEDIA
Los manuales de urbanidad son tan antiguos como la civilización, como las ciudades. "Urbanidad" viene del latín "urbanitas". La palabra empezó significando vida ciudadana, incluso vida de Roma, pero acabó significando también comedimiento, trato cortés, bueno gusto, elegancia, gracia...

'Urbem' es el acusativo latino de la voz que significa ciudad. Y ya sabemos que el humano es "animal político", "animal urbano". Lo que distingue a una sociedad urbana, abierta y cambiante, de una sociedad rural y tradicional, es que en la primera uno debe relacionarse con desconocidos continuamente. La convivencia con personas a las que no conocemos de nada y con las que no tenemos familiaridad alguna es imposible y fuente incesante de conflictos si se carece de buenos modales.

La idea de disciplinar al cuerpo, sus apetitos, caprichos, deseos, afectos y pasiones, para que adquiera bellas maneras es parte principal de la literatura pedagógica universal, de la urbanidad, de la educación para la ciudadanía. No hay que prohibir lo que a nadie se le ocurre hacer. Así que cuando en un manual de urbanidad se dice por ejemplo que "no hay que escupir en el suelo de la casa propia y menos en la ajena" (M. A. Carreño, 1898) podemos concluir que en esa época estaba bastante extendida la fea costumbre de escupir en el suelo, o en "escupideras".

La "urbanidad" casi se olvidó durante la Edad Media, salvo en las cortes aristocráticas (de ahí la voz "cortesía" para referir a los buenos modales de los "señores"). El gran humanista Erasmo de Rotterdam creía que un verdadero caballero y una verdadera dama debían distinguirse sobre todo por su forma de comportarse. La idea ha llegado -si bien demasiado débilmente- hasta nuestros días.
En la segunda parte de la gran obra de Cervantes, don Quijote ofrece un discurso a Sancho para que sepa comportarse cuando sea gobernador de la ínsula Baratería: "lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas... Anda despacio; habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala
Come poco y cena más poco... Ten en cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos ni de eructar delante de nadie".
La clave está en que a Sancho no se le vea "el pelo de la dehesa", o sea, su rusticidad y villanía. Hay por tanto en las recomendaciones de la pedagogía de la urbanidad un cierto aire de doblez e incluso de hipocresía.
 Se trata de simular afectos, como la simpatía o el respeto, incluso si no se sienten, a fin de que la vida social con desconocidos sea agradable y no genere peleas.
Un gran moralista como Baltasar Gracián (1601-1658), en su Oráculo Manual y Arte de Prudencia recomienda con gracia el disimulo, la máscara de la discreción, pues el cómo se hacen las cosas resulta, muchas veces, más importante que la realidad de lo que hacemos:
"No basta la substancia, requiérase también la circunstancia. Todo lo gasta un mal modo, hasta la justicia y la razón; el bueno todo lo suple, dora el no, endulza la verdad, y afeita la misma vejez. Tiene gran parte en las cosas el cómo, y es tahur de los gustos el modillo. Un bel portarse es la gala del vivir; desempeña singularmente todo buen término".
Gracián nos anima constantemente a la contención: "no hay mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos, que llega a ser triunfo del albedrío" porque "no sólo ha de ser aliñado el entender: también el querer, y más el conversar". Y el aragonés nos advierte del peligro de una exagerada sinceridad y confianza, pues ya se sabe que donde hay confianza... da asco: "Perecieron muchos de confidentes... Los secretos, ni oírlos, ni decirlos".
A finales del siglo XIX se introdujo la asignatura de Urbanidad en las escuelas, dirigida a una clase social acomodada y urbana, antecedente histórico de nuestra Educación para la ciudadanía. En la época de la Restauración (1876-1931), época de progreso y cambios, los manuales de reglas "de etiqueta y cortesía" se escriben sobre todo para los que se disponen a subir de categoría social, por ejemplo a través de estudios superiores y el ejercicio profesional liberal (profesor, médico, abogado...). Se trata de imitar con soltura a los que ya están arriba. Si uno aprende a comportarse, la sociedad olvidará su humilde origen.
Muchas de estas reglas nos parecen hoy sexistas, inútiles e incluso ridículas: "una señorita no debe salir nunca de casa sin ir acompañada, por lo menos antes de cumplir treinta años", o "no está permitido a un hombre el permanecer en su casa sin corbata, en mangas de camisa, sin medias [calcetines], ni con los pies mal calzados". En La elegancia en el trato social (1897), la vizcondesa Bestard de la Torre intenta encorsetar los comportamientos de las "niñas bien". Así, después de la ceremonia de petición de mano, el novio puede pasear con la novia y con su futura suegra, pero tendrá que dar el brazo a la madre, no a la "prometida".
El libro de Fernando Nicola Los niños mal educados (1903) se apoya en la creencia de que la mera instrucción escolar no puede alcanzar el ideal más completo de la educación doméstica. Depurados de excesos, estos libros nos siguen ofreciendo consejos prácticos y útiles para una verdadera educación ciudadana.

CUESTIONARIO

1. ¿Qué es la urbanidad? ¿De dónde viene la palabra?
2. ¿Es siempre buena o útil la "espontaneidad natural"?
3. Defina "cortesía". ¿Qué reglas de cortesía le recomienda don Quijote a Sancho Panza?
4. ¿Es siempre mala la simulación? ¿Qué emociones debemos disimular a veces? Imagine un contexto en que convenga disimular lo que sentimos o pensamos.
5. Explique por qué escribe Gracián que es "tahur de los gustos el modillo".
6. Defina "discreción", ¿se considera usted discreto?
7. Defina "contención", ¿sabe usted contenerse?, ¿qué emociones le cuesta más disimular?
8. Resuma la historia de la asignatura de Urbanidad en las escuelas.
9. ¿Por qué alguna de las reglas de la Urbanidad tradicional nos parecen hoy sexistas, inútiles o ridículas? Ponga ejemplos.
10. Pregunte a sus familiares mayores qué reglas les enseñaron en su infancia que luego se han olvidado. Y si ha sido bueno ese olvido. Luego, redacte una encuesta con sus respuestas. Añada sus propias conclusiones.
11. Los modales, ¿se aprenden en el propio domicilio o en la escuela?
12. ¿Son todas las verdades para ser dichas?
13. Explique la noción de "persona de carácter".
  

1 comentario:

  1. hola profe ya ley y esta muy interesante... gracias
    att:kelly paniagua 10b

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